sábado, 29 de noviembre de 2014

La diabetes me ha hecho llorar mucho, pero esta vez es diferente

En un principio lloraba porque no la comprendía, pasado un tiempo por comprenderla demasiado. 

Cuando me diagnosticaron, con 5 años, no había preocupaciones más allá de los pinchazos así que todos los lloros venían por la incomprensión ¿Y por qué yo, que no he hecho nada, me tengo que pinchar tantas veces al día?

Cuando llegó la adolescencia lloraba por rebeldía, poco a poco conocía más como había que actuar con la diabetes, qué riesgos tenía "pasarse" y las consecuencias a la larga que podía ocasionar. Se podría decir que le tenía miedo, porque sentía una mezcla entre la incomprensión de la infancia y lo que un poco más adelante sería el gran paso de asumir que se quedaría conmigo para toda la vida.

Ahora, poco tiempo después, la conozco, conozco sus riesgos, sus picos, la imposibilidad de controlarla en muchas situaciones.... Ya no le tengo miedo, porque sé actuar incluso cunado es incontrolable y, sobre todo, porque gracias a Cini las situaciones incontrolables cada vez son menos. A pesar de esto, los lloros no desaparecen, llegan solo en momentos malos, de estrés, de cansancio, de "no entiendo esta hipo"... Pero siguen estando, porque ver cada día como está ahí, no es algo que se pueda ignorar. Se puede asumir, vivir con naturalidad, que no ponga límites a nada en tu vida, pero estar, está.

He de reconocer que el otro día me hizo llorar de una manera diferente, y es que no me hizo llorar la diabetes, fue Cini quien lo hizo. Cuando en 230 (a la 1 de la madrugada) se puso a marcar, a llorar, a destaparme en la cama, a saltarme encima... A los 5 minutos estaba en 190 y sin dudarlo me tomé un batido. A la media hora estaba en 111, increíble. Lloré porque me salvó, una vez más, de una hipo que hubiera sido muy fuerte porque venía a una velocidad inesperada. Pero, sobre todo, lloré porque no se conformó con un premio al marcar en 230, insistía, me chupaba, me destapaba... No paró hasta que la situación comenzó a mejorar.

Desde luego, la diabetes sigue ahí, y tengo días malos (como todo el mundo) en los que la diabetes tiene todas las papeletas para darme un pico inesperado, hacer que me encuntre mal e irremediablemente me eche a llorar. Eso sí, que Cini consiga que de un pico llore de emoción porque ni si quiera ha llegado a darse, porque ha sido una batalla ganada a la Tía Betty antes de plantearse... Creo que no hay palabras para describir lo que Cini me ayuda y el gran empujón que supuso a la hora de asumir mi diabetes.

Estas ayudas son evidentes para quien convive conmigo a diario. Para mí suponen ganas de comerme el mundo cuando en un mal día, sea la hora que sea Cini está a mi lado para evitar que se sume un "me encuentro fatal, ya no puedo más".

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